La silicosis

trabajador

Mundialmente conocida como la enfermedad de los mineros, se trata de una enfermedad pulmonar provocada por el polvo de sílice  (partículas de sílice cristalina), concretamente dióxido de silicio (SiO2).

A pesar de lo que se pueda pensar la silicosis no sólo afecta al colectivo minero, sino que lo hace a un amplio espectro de profesiones, esto es debido a que el sílice se encuentra presente en multitud de tareas comunes en la industria, como puede ser la construcción, la extracción y el procesado del mármol o aglomerados de cuarzos, la fabricación de vidrios o las tareas de chorreo con arena.

No es una enfermedad que surja de repente, sino que lo hace después de años de exposición al polvo de sílice. No tiene un tratamiento específico eficaz pero si es muy importante el cese de la exposición a dicho polvo.

Dada la importancia de esta enfermedad, en el año 1970 se crea el Instituto Nacional de Silicosis como una institución de la Seguridad Social, es decir 25 años antes de la aprobación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales 31/1995, convirtiéndose en la institución de referencia para las enfermedades pulmonares de origen laboral en España.

Paulatinamente a lo largo de todos estos años se han ido regulando las distintas actividades (no sólo las mineras) en las que está presente el polvo procurando que se tomen las medidas necesarias basadas en el control del agente contaminante mediante la realización de mediciones, tratando de reducir al máximo la exposición que sufren los trabajadores al polvo de sílice  y procurándoles una adecuada protección, bien sea con mascarillas o llegando incluso a la utilización de máscaras con aportación de aire.

Se trata en definitiva de una enfermedad profesional, así está catalogada por la seguridad social, contra la que no podemos levantar la guardia, debiendo luchar contra ella de manera activa, promoviendo la utilización de procesos que disminuyan la cantidad de polvo que se produzca y una adecuada protección respiratoria del trabajador.


El amianto, del cielo al infierno

Del cielo al infierno, este podría ser el resumen de la vida del amianto. El que en un principio fue considerado un material revolucionario, casi indispensable para la industria y la construcción por sus valiosísimas virtudes, con el tiempo pasó  a convertirse en el enemigo número uno de la salud.

Sus características lo hacen ser tremendamente  útil, ya que entre las mismas se encuentran su gran capacidad de aislamiento, tanto térmico como acústico, su resistencia a las altas temperaturas, su incombustibilidad o su resistencia al paso de la electricidad.

Ya desde finales del siglo XIX  se comienza su explotación, siendo durante el siglo XX cuando alcanza su máximo apogeo, sobre todo en su segunda mitad.

Podemos describir al amianto como un meta- silicato de hierro y magnesio que presenta formas fibrosas, existiendo varios tipos, que en función del uso que se les dé  pueden presentar un mayor o menor riesgo para la salud. Dicho riesgo viene de las propias fibras, las cuales penetran en las vías respiratorias pudiendo desarrollar distintos tipos de cáncer o de enfermedades pulmonares. Hay que aclarar que el material propiamente dicho no es en sí peligroso, cuando hablamos de un producto terminado, sino que lo son los procesos de fabricación, así como su conservación y mantenimiento, además de su manipulación sobre todo a la hora de efectuar reparaciones o desmontajes, más aún cuando estas tareas incluyen cortes, abrasiones o perforaciones, ya que es en esos momentos cuando más fibras se pueden desprender, llegando a ser de tamaños muy pequeños, lo cual facilita su entrada en nuestro organismo.

Todo lo anterior ha provocado que el amianto fuese paulatinamente prohibido hasta llegar a la actualidad en la que lo está totalmente en todas sus variedades. Esto no es todo,  además se han definido las pautas para su eliminación.

De hecho lo que se pretende es conseguir no dejar rastro de su existencia, para lo cual cuando se produce algún tipo de rotura en por ejemplo: tuberías o conducciones  que contengan amianto (típico en instalaciones de aire acondicionado antiguas) o en planchas de fibrocemento (fibro viene de las fibras de amianto presentes) utilizadas en cubiertas,  no se deben reparar sino proceder a su sustitución. Igualmente cuando se trate de obras de reforma y encontremos cualquier material con amianto deberemos eliminarlo.

Como comentamos,  uno de los principales riesgos de las fibras de amianto proviene de su manipulación durante las tareas de eliminación o sustitución, por lo que se hace necesaria la contratación de una empresa especializada y autorizada, amén de redactar un plan de seguridad (NTP* 815 y 796)  para la ejecución de la obra, que debe ser revisado y aprobado por la autoridad laboral competente. En el caso de Canarias, dicha facultad recae en el Instituto Canario de Seguridad Laboral  www.gobiernodecanarias.org/trabajo/icasel .

Con esto pretendemos dejar claro que no se debe menospreciar la peligrosidad de un material que ha caído en desgracia, tal y como decíamos al principio del artículo, del cielo al infierno.

*NTP: notas técnicas de prevención, elaboradas por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo. www.insht.es/NTP


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